No
 pertenecer a partidos, ni a colores políticos, te permite hablar de 
manera cristalina, transparente.
Saqueos, protestas, lágrimas que son 
expresión de la desesperación del pueblo.
 Pagarán los culpables ya 
reconocidos, y si hay, también los cómplices escondidos detrás de falsos
 ideologismos, pagarán caro los que, para el propio beneficio,  explotan
 el sufrimiento de un pueblo hambriento y debilitado, pero que no es 
estúpido, seguramente capaz de reconocer a los malandros al poder y, si 
hay,  a los falsos profetas que se visten de amigos.
Hambre
 y enfermedades no esperan y la gente no va aguantar más. Estamos al 
estallido. Pero un estallido que será imposible guiar. 
Calle sí, pero  sin parar y hasta la meta. Que no se alargue más la supervivencia de 
este régimen. No más Venezolanos muertos de hembruna y falta de 
medicinas, no tienen que ser piezas de un mácabro juego de un camino al 
poder. Que nadie se atreva a oxigenar el proceso de muerte de este 
maldito régimen. Porque lo que tenemos en las venas es la misma sangre 
del pueblo y no glóbulos tóxicos políticos. ¿O no? 

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