Asi sufrimos los Venezolanos. Asi escribe un Venezolano:
Pa' que lean los guevones que aun no ha comprendido nada de nada.
UN VENEZOLANO EN EL EXTERIOR Somos muchos los que por diferentes motivos un día decidimos dejar nuestra casa, familia,
amigos y amores para irnos a otra tierra a empezar de nuevo. Sin
ventajas, sin enchufes, sin apoyo, sólo con la maleta llena de trapos
inadecuados para el invierno, ilusiones, un título enrolladito (que
sigue enrolladito y sin homologar) un paquete de Toronto y una lata de
pirulín para aguantar hasta que el primer valiente se uniera o viniera a
visitarnos. Un bolsillo lleno del dinero reunido durante el proceso de
indecisión, y por si acaso con las groserías bien aprendidas en todos
los idiomas posibles, para por lo menos saber cuándo nos estaban
insultando.
Muchos quisimos tirar la toalla más de una vez y
mandar a donde se merecía al ignorante de turno, agarrar el primer avión
cuando no teníamos cerca a nadie que nos hiciera un caldo para pasar la
gripe. Muchos gastamos todo lo que nos sobraba del sueldo en tarjetas,
facturas, cibercafés, estampillas, y cuanto medio nos permitiera seguir
en contacto con los que se quedaron en casa o con los otros que estaban
desparramados por el mundo. Muchos tuvimos que autocantarnos cumpleaños,
cenar solos en Navidad, trabajar en Año Nuevo para que el trago fuera
menos amargo. Muchos nos perdimos los momentos importantes en la vida de
nuestros seres queridos, no sólo la cotidianidad, sino esos memorables.
Somos los eternos ausentes en las bodas, nacimientos, graduaciones,
incluso de los funerales. Nos hemos convertido en
facebooktwitterskypewhatsappviberfacetimedependientes, y eso después de
haber superado la era de la icqmessengerpostalelectrónicafaxdependencia.
Hemos hecho nuevos amigos, formado una familia o hemos sido adoptados
por la de otros. Nos hemos acostumbrado al frío, al trasporte público
porque por estos lares nadie da la cola, a caminar sin aferrar la
cartera como si se tratara de la vida, a usar los hospitales públicos, a
no dejar la luz encendida, a abrir las ventanas antes que encender el
aire acondicionado, a dejar las frutas tropicales para los momentos
especiales y atiborrarnos de fresas grandotas que sólo comíamos en la
Colonia Tovar. Hemos aprendido a cruzar por donde se debe, conducir como
se debe, bajar y subir donde se debe, a sentarnos en el autobús o ir
apretados pero nunca colgando en la puerta, al silencio, a los parques
con los columpios puestos, a la basura en las basureros, a la radio
maaaaaaala y sin humor, al acento de Los Simpson, a cargar muchas
moneditas en el bolsillo y reírnos solos pensando que rompimos el
cochinito. Hemos aprendido a explicar a un carnicero cuál es el pedazo
de carne que queremos para hacernos una carne mechada, y a que nos mire
raro si le encargamos un pernil. Hemos llorado amargamente cuando al
caminar por una calle lejana un artista callejero toca “Moliendo café”.
Hemos sido hormiguitas ahorradoras para organizarnos una vacaciones en
nuestra casa.
Nosotros no somos millonarios porque ganemos en
dólares, euros o libras, no somos extranjeros porque tengamos doble
nacionalidad, no somos sudacas, ni canarios. Somos un montón de gente
que le ha echado pichón, tanto como en nuestro propio país, pero con las
oportunidades que allí no nos deparaban estos catorce años. Nosotros
somos testigos del cambio porque para poder ver la totalidad de las
cosas, hay que tomar distancia. Somos unos nostálgicos permanentes que
añoramos el lugar donde nacimos y crecimos, pero ese, incluso como era
cuando nos fuimos, no el que ya no reconocemos.
Nosotros
criticamos al gobierno de nuestro país, pero también al del que nos
acoge. Nos quejamos de lo que va mal allí y aquí. Buscamos soluciones
para los dos lados, queremos mejoras en los dos lados porque tenemos
derecho a ellas. En el primero porque aunque estemos lejos nunca hemos
dejado de ser venezolanos, y en el segundo porque somos ciudadanos
pagadores de impuestos y eso nos da derecho a exigir. Nosotros somos los
que con las tripas revueltas le reclamamos a los que ni siquiera saben
cómo se hace un papelón con limón que ponga de ejemplo lo indefendible.
Sí, porque por aquí abundan los que ponen a Venezuela como modelo de no
sé qué, pero ni a palo se desprenden de sus beneficios y se van con sus
macundales a vivir todo aquello de lo que nosotros salimos huyendo.
Nosotros somos esos con amigos en todo el mundo que siempre tenemos
visita en casa, que cargamos y pedimos encargos, esos mismos que
sufrimos paranoias nocturnas preguntándonos si nuestros seres queridos
están en casa sanos y salvos, que aunque estemos pasando el peor trago
de nuestras vidas siempre le decimos a nuestras madres que “estamos
finos”. Nosotros somos los que hacemos reír a nuestros nuevos amigos,
los que les decimos que tienen que conocer el mejor país del mundo, pero
que no vayan solos. Nosotros somos los que dejamos “el pelero”, sí, es
verdad, pero somos venezolanos, amamos a nuestra patria, la extrañamos y
siempre pensamos que aunque sea viejitos vamos a regresar. Nosotros
somos los que aguantamos el chaparrón solos y desde lejos, nos fuimos y
merecemos el mismo respeto que los que se quedaron, pero mucho cuidado,
no se equivoquen, estamos lejos pero no somos traidores!!!
Asi llora hoy mi corazòn pensando en Venezuela
Cosmo de La Fuente
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